La conferencia “Arquitectura y Arte: Una forma de vida”, presentada por Rafael Monjaraz, ofreció una mirada íntima a tres décadas de trayectoria en el diseño arquitectónico y la creación artística. Formado en arquitectura y artes plásticas en Roma, Monjaraz ha construido una obra centrada en lo que él denomina un “Homenaje a la Luz”, desarrollando una visión estética y filosófica que define tanto su arquitectura como su producción pictórica.
Como fundador de Serrano Monjaraz Arquitectos, comparte una historia en la que los proyectos se vuelven extensión directa de su estilo de vida, sus influencias y su profunda reflexión sobre la belleza. Desde los primeros minutos, habla de cómo la arquitectura y el arte han guiado su vida diaria. Su introducción funciona como una puerta de entrada a una conversación íntima sobre su filosofía creativa, los valores que lo han acompañado desde joven y la manera en que ambos mundos han marcado su forma de habitar y entender el entorno.
Formación, influencias y la primera obra que lo definió
Durante su estancia en la Universidad de La Sapienza, en Roma, descubrió una sensibilidad que luego marcaría su visión estética, una forma de entender la arquitectura desde la belleza, los materiales y la observación del mundo. Recordó: “Yo estudié en Roma, Italia, en la Universidad de La Sapienza” y que poco después, en 1995-1996, se asoció con Pablo Serrano: “Me hice socio de Pablo Serrano.” Esa etapa consolidó la mirada con la que desarrollaría su obra durante las décadas siguientes.
Una de las primeras obras que selecciona como pilar de su trayectoria es Casa Lauro, su proyecto personal diseñado a los 26 años: “Esta es mi casa estudio que diseñé a los 26 años… esta casa es la inquietud de un joven arquitecto.” La describe como una pieza arriesgada para su época, “muy extraña para los estándares de México”, construida con estructura metálica y paneles prefabricados. Este proyecto marcó su entrada a la vida profesional y coincidió con los años en los que formó su familia: “Fuimos muy felices aquí en su infancia”, recordó mientras hablaba de sus cuatro hijos.
En esta casa se gestó una idea que lo acompañaría siempre: la arquitectura sin estilo. “Juan Pablo y yo siempre decíamos que nosotros no tenemos estilo”, mencionó. Y recuerda que esta postura generaba sorpresa: “La gente se escandalizaba porque decían: ‘No tienen personalidad.” Sin embargo, para él, la ausencia de estilo no es una carencia, sino libertad: “No tener estilo quiere decir que tú puedes siempre reinventarte y tener un lenguaje universal que no te limite.”
Arquitectura, belleza y viajar como forma de aprender
Uno de los pilares fundamentales de su vida ha sido la estética: “Los valores máximos de mi vida son la estética, la belleza, el buen vivir, el buen comer, el buen beber.” Viajar, afirma, fue parte de su verdadera formación: “Viajar es algo que también el despacho siempre nos procuraba. Esta es la verdadera escuela de vida.”
Esta filosofía aparece como una constante en su narrativa: la arquitectura como experiencia total, más allá de la forma y la función.
Colaboraciones, referentes y la tradición arquitectónica mexicana
Rafael Monjaraz destaca la importancia de trabajar con desarrolladores y formar parte de procesos colaborativos: “Ya no éramos el arquitecto aislado con su oficina, sino que trabajábamos de la mano con los desarrolladores.” Esta apertura marcó una transición generacional y amplió su enfoque hacia proyectos más complejos.
Entre sus grandes influencias menciona a Luis Barragán, Ricardo Legorreta y la familia Serrano, con quienes comparte lazos profesionales y personales: “La familia Serrano ha sido la historia de la arquitectura en México.”
En proyectos como la Casa KM, ganadora del premio CEMEX, explora atmósferas inspiradas en la naturaleza: “Estos colores del concreto… los sacamos de la corteza de lo calipto.”
También describe su colaboración en un hotel en Oaxaca con especial admiración: “Esta escalera monumental que solo los de Gorreta saben hacer.” Y detalla cómo introdujeron elementos contemporáneos en diálogo con la tradición: “Hicimos unas terrazas… unas escaleras de cristal.”
Grandes proyectos urbanos y la complejidad estructural
Uno de los capítulos más llamativos de su conferencia fue su relato sobre el proyecto para la comunidad judía en México, un desarrollo de enormes dimensiones y retos técnicos: “Hicieron un parque en el peor terreno de una loma… le ponemos 2,000 coches abajo de este parque.”
Describe cómo en este desarrollo se enfrentaron a contrastes urbanos muy característicos de la ciudad, donde “entras al lugar más caro del mundo por donde viven los menos sabientes,” una observación que utiliza para ilustrar la complejidad social y la mezcla de usos que definían el entorno original.
El proyecto incluye torres residenciales, un puente de 250 metros, “Aquí no hay cocodrilos, pero se hizo un puente de 250 metros”, y un spa inspirado en las termas romanas: “Un tepidario… el estilo romano de las termas.” También presume una pieza diseñada con Santiago Calatrava: “Compramos el de Calatrava… que hizo para nosotros.”
Elegancia sobria, materiales honestos y arquitectura atemporal
La constante en su obra es la sobriedad material: “Siempre usamos pocos materiales.” Prefiere piedra, madera, aluminio y superficies que envejecen bien: “Materiales que no pasan de moda.”
Sus proyectos en Polanco, Vidalta y distintas zonas de la Ciudad de México reflejan esta filosofía, buscando equilibrio entre estética, durabilidad y calidad de vida: “Esta calidad de vida que conseguimos con pocos materiales.”
En movilidad y densidad urbana, Monjaraz destaca un lobby de 1,300 metros que funciona como espacio común donde incluso “los niños pueden andar en triciclo.”
El giro hacia Mérida: arquitectura íntima, clima extremo y materiales locales
Después de la pandemia, su enfoque se replanteó, llevando la arquitectura a lo esencial: “No sabemos si hemos entendido la arquitectura como servicio.” Eso lo llevó a diseñar pequeñas casas en Mérida, donde aprendió a adaptarse al clima: “Mérida es el lugar más caliente… el sur no lo debes jamás dejar entrar.”
Ahí desarrolla proyectos introspectivos, de patios profundos y materiales del lugar: “Haces una casa con chocó… con maderas tropicales del sitio.”
El éxito de estas casas se basa en su conexión con la naturaleza: “Es llevar la arquitectura por el servicio de la estética, del buen vivir… sentirte en una selva.” Algunas incluso han ganado premios internacionales.
El arte como esencia humana y homenaje a la luz
El cierre de la conferencia fue una reflexión profunda sobre su trabajo como artista plástico; explica que comenzó a pintar por necesidad emocional: “Al vivir solo, pues era muy aburrido… y pues empecé a pintar.”
Su obra pictórica se inspira en Rufino Tamayo: “La pintura era la gota de pintura, textura, mancha, color, luz, forma, grafo.” Sin embargo, su propio tema es la luz.
Asegura que la luz es nuestra verdadera naturaleza: “Somos luz… finalmente no va a morir y no se va a terminar todo aquí.” Plantea el arte como vía para recuperar el humanismo en un mundo saturado de información: “La inmediatez no conviene… hay que bajar un poquito la velocidad.”
Presenta además su obra más reciente, basada en códigos binarios: “Hay un código binario, las manchas que ven negros… solo bastó entender un concepto, el cero.”
Arquitectura, arte y humanidad
Monjaraz concluye destacando tres valores esenciales. Para él, estas cualidades permiten que la arquitectura y el arte trasciendan lo cotidiano y permanezcan en la memoria colectiva: “La bondad, la verdad y la belleza.”
Su invitación final resume el espíritu de su trayectoria: “Compartirles un poquito de lo que es la vida de un arquitecto… y que estas tres cosas… son las únicas índoles del alma humana que nos pueden llevar a ser arte.”