La arquitectura perdió a uno de sus grandes narradores visuales este 5 de diciembre. Frank Gehry, reconocido por transformar la manera en que entendemos un edificio, se despidió dejando tras de sí una trayectoria que desafió lo convencional y amplió los límites de la creatividad. Su obra demuestra que las construcciones pueden tener movimiento, personalidad e incluso humor, y que la ciudad no tiene por qué ser un paisaje rígido.
Gehry nació en Toronto en 1929 bajo el nombre de Ephraim Owen Goldberg, pero sería en Los Ángeles donde su identidad como arquitecto se consolidaría. La vida en esa metrópoli diversa, expansiva y llena de contrastes marcó profundamente su sensibilidad. Primero estudió arquitectura en la University of Southern California y, más tarde, completó una especialización en urbanismo en Harvard, un paso que fortaleció su visión sobre la relación entre espacio y sociedad.
Cuando fundó su estudio en 1962, lo hizo movido por la convicción de que la arquitectura debía emocionar. De esa filosofía nacieron edificios que, más que estructuras, funcionan como gestos artísticos; aunque con frecuencia se le vinculó al deconstructivismo —un movimiento que celebra formas fracturadas y lenguajes no lineales—, Gehry nunca se consideró parte de una escuela. Su estilo, en realidad, fue una alianza entre intuición, experimentación y una enorme curiosidad por los materiales.
Obras que cambiaron la conversación global
Entre todas sus creaciones, hay una que alteró para siempre el destino de una ciudad: el Guggenheim Museum Bilbao (1997). Su fachada metálica de titanio, curvada y luminosa, no solo redefinió la arquitectura contemporánea, sino que también impulsó el llamado “efecto Bilbao”, un fenómeno urbano que demostró que la arquitectura es capaz de transformar una economía local.
En Los Ángeles, el Walt Disney Concert Hall (2003) se convirtió en un símbolo cultural. Su exterior fluido en acero inoxidable recuerda a una partitura abierta, mientras que la sala interior privilegia una acústica excepcional. Para muchos, es la obra que mejor expresa la sensibilidad emocional de Gehry.
El Vitra Design Museum (1989), en Alemania, marcó un momento decisivo en su expansión internacional. Allí experimentó con formas fragmentadas y un lenguaje casi escultórico que anticipó buena parte de su producción posterior.
En Praga, la Dancing House (1996) reveló su faceta más lúdica: un edificio que parece moverse como una pareja de bailarines, insertado en un contexto urbano clásico. Esta obra demostró su habilidad para crear contrastes sin agredir el entorno.
Ya en Manhattan, el IAC Building (2007) presentó una reinterpretación poética del vidrio, con una fachada que sugiere movimiento sin necesidad de dramatismos formales.
A esa lista se suman dos proyectos que amplían su diversidad creativa:
1.- Lou Ruvo Center for Brain Health (2010), Las Vegas. Este centro médico —dedicado a la investigación neurológica— parece una cinta metálica retorcida que envuelve un volumen luminoso. Gehry lo concibió como un espacio que transmitiera esperanza, incluso dentro de una institución médica. Es uno de sus proyectos más emotivos y humanos.
2.- Biomuseo (2014), Ciudad de Panamá. Una de sus obras más coloridas. Con techos angulares en tonos vibrantes, el museo cuenta la historia de la biodiversidad panameña. Gehry rompió por completo sus códigos habituales de metal plateado y curvas suaves para abrazar una estética tropical llena de energía.
Un legado imposible de imitar
Gehry acumuló premios como el Pritzker y el Praemium Imperiale, pero su verdadera aportación fue otra: demostrar que la arquitectura puede ser un acto de libertad. Sus obras no buscan complacer, sino provocar; pues no pretenden desaparecer en el paisaje, sino convertirlo en un escenario vivo. Su paso por el mundo dejó lecciones sobre riesgo, audacia y la importancia de romper reglas cuando las reglas ya no permiten avanzar.
Con su partida, el diseño global pierde a un visionario. Lo que queda es una herencia que seguirá inspirando a quienes creen que construir también es una forma de contar historias. Desde la comunidad de Expo CIHAC enviamos nuestras más sinceras condolencias, honrando a un creador que nos enseñó que la arquitectura puede conmover, desafiar y dar vida a emociones que quedan para siempre en quienes las experimentan.
Toda la industria de la construcción se une hoy para despedir a un grande. Frank Gehry no solo diseñó edificios: abrió caminos, amplió horizontes y nos recordó que la imaginación también construye.