El entorno construido es uno de los grandes protagonistas en la conversación climática global. En el marco de los 35 años de Expo CIHAC, durante la conferencia “Claves para acercar la innovación y la sustentabilidad a la autoproducción de vivienda”, Melva Flores, Elena Tames Cornish, Jesús Ernesto Salgado Duarte y Ana Karen Medina compartieron un análisis profundo sobre la relación entre vivienda, cambio climático y desigualdad social, así como los retos estructurales que enfrenta la autoproducción en México.
Desde el inicio de la conversación, se expuso con claridad que “el entorno construido es responsable del 37% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero”. Esta cifra, obliga a replantear la forma en la que se diseña, produce y construye vivienda, especialmente en contextos donde el crecimiento urbano aún está por darse.
El reto se intensifica al considerar que “en los mercados emergentes el 70% de los edificios que existirán para 2040 aún no se han construido”. Esto implica que las decisiones que se tomen hoy definirán el impacto ambiental, social y económico de las ciudades del futuro. Además, “solamente el cemento contribuye al 8% de las emisiones”, mientras que “los desechos de la construcción representan el 40% de los residuos sólidos a nivel global”.
A este escenario se suma una profunda desigualdad: “las familias de bajos ingresos son las que menos contribuyen al cambio climático, son las que menos emisiones de gases de efecto invernadero tienen pero generalmente son las que están más afectadas” por inundaciones, olas de calor y otros impactos climáticos. La vivienda autoproducida, en muchos casos, “es menos resistente a estos embates de cambio climático”.
Sin embargo, el mensaje central fue contundente: “la vivienda no es un problema climático, es una solución”.
Un mercado amplio que sigue sin ser atendido
En México, la autoproducción no es un fenómeno marginal. “El 60 por ciento de la población en México autoproducimos nuestra vivienda”, una realidad que representa tanto un desafío como una oportunidad para el sector de la construcción, los proveedores de materiales y los servicios especializados.
Durante la sesión, se lanzó una pregunta directa a quienes forman parte de la industria: “¿por qué mi producto o servicio no está llegando a las familias que autoproducen?”. Las respuestas apuntaron a múltiples barreras que, lejos de ser excluyentes, se entrelazan entre sí.
Capacidad de pago limitada y construcción progresiva
Uno de los primeros retos identificados fue la capacidad económica. “Vivimos en un país donde el precio es lo más importante”, y las familias suelen construir conforme tienen recursos disponibles. La autoproducción se caracteriza por ser progresiva: “van construyendo conforme van teniendo tanto los recursos como va también teniendo la necesidad de crecer esta vivienda”.
Un ejemplo destacado fue el programa Patrimonio Hoy, que entendió una práctica común: “las familias lo que hacían era ir recolectando material, irlo comprando poco a poco y guardarlo en el patio de sus casas”. Al ofrecer esquemas donde el material se entregaba hasta completar el pago, se resolvían problemas de almacenamiento, distribución y financiamiento al mismo tiempo.
La reflexión fue clara: pensar productos, empaques y sistemas constructivos que puedan implementarse por etapas es clave para responder a la lógica real de la autoproducción.
Disponibilidad de materiales y retos de distribución
Otro obstáculo recurrente es el acceso. “Las familias que autoproducen básicamente lo que compran es lo que encuentran”. No se trata únicamente de oferta, sino de logística: “si quieres construir un cuarto en tu casa… ¿cómo transportas todo eso?”.
Desde esta perspectiva, se planteó la necesidad de desarrollar productos “de fácil armado, quizás de fácil empaquetado o modulares”, que reduzcan costos, faciliten el traslado y disminuyan desperdicios. El empaque mismo puede convertirse en parte de la solución, evitando que el producto termine como residuo.
El trabajador de la construcción como aliado estratégico
Uno de los puntos más relevantes fue reconocer que “al primero que voltean para hacerle preguntas… es al trabajador de la construcción”. El albañil de confianza se convierte en el principal prescriptor de materiales, técnicas y decisiones constructivas.
Por ello, se enfatizó que “el trabajador de la construcción se convierte en un nuevo canal de venta”. Capacitarlo, involucrarlo y reconocerlo como aliado permite cerrar la brecha entre proveedores y familias; además, facilita la adopción de materiales innovadores que, de otro modo, resultan complejos o poco comprensibles para el usuario final.
La falta de asistencia técnica y sus consecuencias
La ausencia de acompañamiento profesional también tiene efectos visibles. “Es un tema sumamente delicado”, ya que errores estructurales pueden aparecer desde etapas tempranas. “Es muy diferente una columna que vas a usar para una vivienda de un piso a una que vas a utilizar para una de tres pisos”.
Ante este panorama, se destacó el valor de ofrecer asistencia técnica accesible y apoyo visual. “Actualmente hay más empresas que se están sumando a que sus productos puedan tener apoyo visual… tutoriales, guías mecánicas o consejos de cómo utilizar su producto”. Esta estrategia reduce riesgos y mejora la calidad constructiva.
Sustentabilidad más allá del high-tech
Uno de los mensajes más potentes de la conferencia fue replantear el concepto de sostenibilidad. “La sostenibilidad no tiene que ver con el high-tech”. Importar soluciones sofisticadas que solo alcanzan a una minoría deja fuera a la mayoría de las familias.
La experiencia en proyectos con Habitat mostró que “la sostenibilidad no tiene que ver con materiales innovadores sino que también es una nueva forma de cómo usamos lo que ya tenemos”. Soluciones sencillas, contextualizadas y de bajo costo pueden generar el mismo impacto que sistemas caros y complejos.
El enfoque low-tech se presentó como una vía viable y necesaria, donde la sostenibilidad integra el factor ambiental, social y económico. “Por más maravilloso que sea con el medio ambiente, si a la familia no le alcanza, pues no es sostenible”.
Escuchar antes de innovar
Otro de los grandes aprendizajes fue la importancia de entender el contexto real. “Muchas veces nos desviamos justamente por traer la última tecnología”, sin atender las verdaderas prioridades de las familias.
Un ejemplo revelador mostró cómo una solución aparentemente ideal fracasó por no considerar dinámicas sociales: una lavadora manual que resolvía la falta de electricidad no tuvo aceptación porque “las mujeres no salen de su casa más que para lavar la ropa al lavadero comunitario”. La innovación, sin empatía, pierde sentido.
Confianza, lenguaje y acompañamiento
La desconfianza es una barrera silenciosa pero determinante. “Esta persona que nunca he visto en mi vida… claramente no estamos generando un vínculo de confianza”. Por ello, se subrayó la necesidad de trabajar con aliados que ya tengan legitimidad en las comunidades.
También se hizo énfasis en el lenguaje. “Cómo podemos hacer esa traducción literal de algo muy técnico a algo que entiendan las familias”. Más allá de métricas ambientales, lo que interesa es saber “¿dónde lo puedo comprar?, ¿esto me va a durar más?”.
La conclusión fue un llamado directo al sector: “no estamos diseñando para ellos, no estamos entendiendo sus necesidades, no los estamos escuchando”. La autoproducción de vivienda representa una oportunidad única para innovar, generar impacto social y abrir nuevos mercados.