Cuando arquitectura e interiorismo se piensan como una sola disciplina: Antonio Farré y Elena Talavera

Arquitectura e Interiorismo
17 Diciembre 2025

La arquitectura y el interiorismo han sido históricamente entendidos como disciplinas separadas. Sin embargo, en la conferencia Arquitectura e interiorismo: misma disciplina, Antonio Farré, fundador de Farré Arquitectos, y Elena Talavera, fundadora de Elena Talavera Studio, plantean una visión distinta: ambas prácticas no solo dialogan, sino que se necesitan mutuamente para crear espacios verdaderamente habitables, humanos y atemporales.

Para Elena Talavera, “toda arquitectura es un espacio construido, hecho de ladrillo, cemento e hierro, que contiene adentro una familia”. Esta definición desplaza el foco del objeto arquitectónico hacia quienes lo habitan, marcando el tono de una conversación centrada en la experiencia cotidiana, la escala humana y la vida dentro del espacio.

Antonio Farré, arquitecto con más de 300 viviendas multifamiliares diseñadas y construidas a lo largo de su trayectoria, aporta una visión arquitectónica sólida, caracterizada por el uso de materiales crudos como el concreto, la piedra y la madera, así como por un manejo preciso de la luz natural y la proporción espacial. Su obra, asociada a una estética de brutalismo contemporáneo, se distingue por su carácter monolítico, sobrio y atemporal.

El inicio de una colaboración compleja

La relación profesional entre ambos no fue inmediata ni sencilla. Farré comparte que el primer proyecto que realizaron juntos estuvo marcado por fricciones y diferencias creativas. “Dejé de hablar dos años porque me habían pegado en el ego”, reconoce, al explicar cómo la intervención del interiorismo transformó una arquitectura que él sentía propia.

Con el tiempo, esa tensión se convirtió en aprendizaje. Farré admite que entendió la importancia de integrar el interiorismo desde el origen del proyecto, especialmente por “esos grandes detalles que hacen las mujeres en una casa”, refiriéndose a aspectos como textiles, iluminación, mobiliario y objetos que devuelven al espacio su dimensión humana.

Elena Talavera también reconoce ese proceso de ajuste mutuo, subrayando que el trabajo en conjunto exige comunicación, apertura y respeto. Para ella, la clave está en comprender que “no es como un solista”, sino un ejercicio de acompañamiento creativo en el que cada disciplina aporta desde su fortaleza.

Materiales duros y compensación emocional

Uno de los ejes centrales de la conferencia es la relación entre materiales arquitectónicos y elementos de interiorismo. Talavera lo explica con claridad: “la arquitectura es materiales: piedra, metal, cristal, madera, elementos rígidos y fuertes, y mi trabajo es la compensación a todo eso: lo orgánico, lo suavecito, lo que está al tacto, lo que te regresa a la escala humana”.

Este enfoque se traduce en decisiones concretas dentro de los proyectos; cortinas, tapetes, textiles, iluminación cálida y mobiliario cuidadosamente seleccionado permiten que espacios monumentales, de dobles y triples alturas, se conviertan en hogares habitables: “No puedes vivir en un espacio tan duro; entonces necesitas eso, al final vive gente”, señala Talavera.

La casa que ambos presentan como caso de estudio se construye a partir de una arquitectura monolítica, limpia y potente. Esta contundencia formal, lejos de limitar al interiorismo, lo potencia: “Cuando tienes una arquitectura muy compleja, llena de muchos materiales, la decoración no lo hace tan bien”, explica Talavera, destacando que la claridad arquitectónica permite al interiorismo actuar con mayor precisión.

El arte como detonador espacial

Otro elemento fundamental en la integración entre arquitectura e interiorismo es el arte. Farré afirma que “el arte potencializa la arquitectura”, y ambos coinciden en que la curaduría artística no es un accesorio, sino parte estructural del proyecto.

A lo largo de la casa, el recorrido está marcado por remates visuales, esculturas y piezas creadas específicamente para ciertos espacios. Una de ellas, diseñada por Jan Hendrix, se convierte en un punto focal del patio, con una doble piel e iluminación integrada que proyecta sombras y texturas sobre el entorno. “La pieza despotencializa todo el espacio”, explican, describiendo cómo el arte transforma la percepción del lugar.

Talavera subraya que estos remates no son arbitrarios, sino profundamente vinculados al cliente y a su historia personal. Desde piezas textiles hasta esculturas hechas a partir de la misma piedra de la casa, cada elemento responde a una narrativa específica.

Escala, proporción y habitabilidad

Uno de los mayores retos del interiorismo en arquitecturas monumentales es la escala. Talavera describe cómo enfrenta espacios de hasta 17 metros de largo sin columnas, dobles y triples alturas, diseñados para una familia. La solución no está en llenar, sino en agrupar estratégicamente.

“No recargar los muebles contra el cubo”, explica, sino crear clusters centrales que permitan leer los espacios como conjuntos armónicos. Tapetes, lámparas suspendidas a menor altura y muebles robustos ayudan a bajar visualmente la escala y generar ambientes más acogedores.

Farré coincide en que estas decisiones son fundamentales para que la arquitectura funcione en la vida diaria; ya que la ubicación de una lámpara, por ejemplo, no es solo estética, sino una herramienta para definir el espacio y su uso. “Aquí van seres humanos”, insiste Talavera, defendiendo la importancia de adaptar la arquitectura a quien la habita.

Cocinas abiertas y vida cotidiana

La conferencia también aborda la evolución de los espacios domésticos, particularmente la cocina. Para Farré, “las mejores decisiones de una casa se toman en la cocina”, razón por la cual hoy estos espacios se integran cada vez más a las áreas sociales.

En el proyecto presentado, la cocina abierta dialoga con el comedor y la sala a través de materiales y proporciones compartidas. Un mueble mexicano, originalmente pensado para otro espacio, encuentra su lugar en la cocina, aportando carácter, memoria y una conexión emocional con el cliente.

Talavera destaca que este tipo de decisiones responden a una visión más flexible y humana del diseño, donde lo ecléctico, lo funcional y lo emocional conviven sin jerarquías rígidas.

Trabajo en equipo y respeto profesional

Más allá de los aspectos formales, la charla pone énfasis en la ética del trabajo colaborativo. Talavera subraya la importancia de respetar jerarquías y procesos: “si yo quiero algo de la gente de Toño, yo hablo con Toño y le digo: ‘oye, ¿me das permiso?’”. Esta dinámica, basada en el respeto mutuo, ha sido clave para la solidez de su relación profesional.

Farré, por su parte, reconoce que el interiorismo le ha permitido ampliar su mirada y enriquecer su práctica arquitectónica. Desde el uso de cortinas, que antes rechazaba, hasta la incorporación consciente de accesorios y textiles, el aprendizaje ha sido constante.

Arquitectura que se vuelve experiencia

Hacia el cierre, ambos coinciden en que cuando arquitectura, interiorismo, arte y paisaje se integran correctamente, el resultado trasciende lo visual. “La arquitectura, al arte y al paisaje, ya se vuelve algo más espiritual, algo más… no sé, más al alma”, reflexiona Talavera.

La casa presentada no es solo un ejercicio de diseño, sino una experiencia sensorial y emocional. Vegetación, luz, materiales y objetos se articulan para crear un entorno que se vive, se recorre y se recuerda; para Farré y Talavera, ese es el verdadero objetivo de su trabajo conjunto: crear espacios donde la arquitectura deja de ser un objeto y se convierte en hogar.

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