En aras de poner nuestra cultura en alto en el pabellón de México en Expo Dubái, la artista visual Betsabeé Romero, llevó a cabo un tejido elaborado con flores de la mano de cien mujeres mexicanas, originarias de Etzatlán en Jalisco, que dio por resultado la impresionante envolvente —y única en su tipo— del espacio de nuestro país.
Para conocer más sobre este conmovedor trabajo, platicamos con Betsabeé sobre su proceso creativo y los retos implicados en dicha exposición.
El lenguaje artístico de Betsabeé comprende instalaciones, arte objeto, intervenciones y videos, todo con una particular mezcla entre el arte contemporáneo y el arte popular. Su trabajo puntualiza, además, temas de importancia social como la migración, la perspectiva y los roles de género, tradiciones mexicanas, religión y mestizaje.
El maravilloso tejido parte del concepto de crear algo que uniera un mundo deshilvanado, en el que el tejido social, además de roto, tiene muchas fisuras o contextos que detonan la desunión. Con esto en mente, Betsabeé buscó un material que fuera por sí mismo un mensaje, llegando así al tejido. Con este hallazgo, la artista visual comenzó a buscar tradiciones de tejido en México con las que pudiera trabajar rápidamente. A pesar de dominar los textiles y tejidos, la meta para el proyecto era encontrar cómo trabajar lo más pronto y rápido posible en un formato tan grande, y así fue como se topó con las tejedoras de Etzatlán, Jalisco.
Betsabeé dio con esta comunidad gracias a la noticia de que habían ganado un récord Guinness con tejido de crochet que había cubierto casi todo el pueblo, todo realizado por mujeres.
“Sentí que en aquella comunidad había más que un tejido, no solo de un gran artesano o una familia sino de una comunidad más grande, organizada y con un objetivo en particular de transmitir un mensaje y tuve la suerte de conectar con Lorena, la mujer que nos ayudó a coordinar todo ese enorme proyecto. Además, me pareció muy interesante que, tanto ella como su madre, quienes iniciaron estos movimientos en Etzatlán, estaban padeciendo el duelo de la muerte de su padre y me pareció una emoción muy valiosa, dado que en los últimos años todos hemos tenido que afrontar procesos duros de duelo; dada la situación, los tejidos estaban adquiriendo connotaciones más emotivas. Me pareció que todo hacía sentido: las mujeres, la situación de pérdida y la unión característica en nosotras de hacer una red de apoyo cuando las cosas se ponen difíciles. Teníamos la intención de transmitir cuán grande es nuestra fortaleza ante la pérdida”.
El tejido había pasado de lo personal y familiar a lo social en la comunidad de Etzatlán. La intención de la artista mexicana era hacer líneas y lazos, una figura centrífuga solar, incluyendo, además de hexágonos, un icono distintivo para dar como resultado una figura alusiva a una armonía con el cosmos. Su principal intención era hilar las historias de mujeres y construir lazos a partir de ellas.
“Para mí el tejido en sí mismo se compaginaba perfecto con mis intereses; como artista me interesa mucho intervenir el espacio público y la arquitectura, además del trabajo con artesanos, la sinergia y la colaboración con comunidades. También me interesa bastante trabajar desde la perspectiva de género. En ocasiones suelo partir de objetos muy masculinos; con este proyecto tuvimos una ardua investigación sobre ciertos contextos de violencia de género que se han visto acrecentados por la pandemia, desde nuestro país hasta el mundo árabe, investigamos sobre todo técnicas y materiales que tuvieran congruencia para llevarlo a cabo”.
Para Betsabeé, hubo muchas limitaciones para este proyecto, desde el presupuesto hasta el tiempo, que era muy escaso para su realización.
“Trabajo con muchos artesanos desde hace años, muchos de ellos ya de mi conocimiento. En esta ocasión, era la primera vez que tenía contacto con esta comunidad y era un compromiso a nivel nacional. Nos enfrentamos a una cadena de trabajo constante de cálculo y diseño que tenía que ser muy exacta y puntual. Fue impresionante observar que en Etzatlán recibieron el proyecto de una manera tan comprometida y profesional que, en tan solo 2 meses, logramos concluir los 7 mil metros de tejido y sin ningún error. Estuvimos en constante comunicación y monitoreando resultados; sin duda uno de mis mayores apoyos fue Carlos Baca. La convivencia con los artesanos fue realmente muy poca y aún así el resultado fue asombroso”.
El resultado del tejido no tiene como únicos protagonistas a las artesanas jaliscienses sino también a los montajistas de Dubái, quienes con técnicas especializadas lograron hacer que el tejido no colgara ni dañara la estructura del edificio, logrando mantener las formas geométricas a la perfección. Hubo todo un trabajo detrás para generar el soporte adecuado en la intervención del muro, que se concretó en 3 días gracias a especialistas en tejidos de Bangladesh y Pakistán.
“Fue una auténtica locura la logística para el montaje de esta obra, dado que ninguno hablábamos el mismo idioma. Pese a ello, el código fundamental para entendernos fue el idioma del tejido, fue muy conmovedor.
Quizá no tuvimos el pabellón más grande, pero éramos el único pabellón tejido a mano con lazos más allá de lo personal. Las mujeres mexicanas estamos con las manos abiertas al mundo”.
Para la mexicana, para seguir potenciando el trabajo de nuestros artesanos se debe incluir investigación muy rigurosa sobre nuestras tradiciones y lazos con nuestras tierras, apoyar también el censo de estos talleres y ver de qué manera se les puede ayudar a subsistir, continuando con la herencia entre generaciones de estas historias. Claro está que muchas técnicas se han perdido pese a la resistencia que tienen las comunidades por seguir conservando la fuerza que tienen. Algunas otras subsisten a pesar del turismo, por ser parte de los ciclos de vida comunitaria, las fiestas populares, etc.
“Yo pensaba que habría más tejidos de otras culturas alrededor del mundo, sin embargo, la globalización ha opacado las tradiciones de los pueblos. El diseño sin duda tiene mucho que aportar, empero, necesitamos investigaciones respetuosas y profundas para evitar las miradas colonialistas y conservar la tradición desde una mirada más humana. Hay que hacer todo desde el territorio de la dignidad y desde una perspectiva muy honesta al respecto”.
Expo Dubái nos ofrece perspectivas únicas: contar con la textura y profundidad que ofrece una estructura tejida a mano no tiene comparación. El trabajo de Betsabeé, Carlos, Lorena y las artesanas ha sido un ejemplo de amistad, compromiso y unidad. Un ejemplo característico de que es la sinergia con otras disciplinas la que marca oportunidades de mejora, pero, sobre todo, de que el arte es comunicación y comunión pura entre objetivos y sentimientos en común para que el mundo deje de estar tan roto y deshilvanado.
Agradecemos profundamente las vivencias compartidas, además de emociones tan humanas, de la artista visual Betsabeé Romero.