Las arañas y los puentes pueden parecer conceptos distantes, pero en el mundo del diseño de puentes, la naturaleza ha inspirado innovaciones sorprendentes. Las telarañas de las arañas son un ejemplo perfecto de estructuras resilientes que han evolucionado a lo largo del tiempo para resistir fuerzas naturales. De manera similar, los ingenieros están desarrollando puentes tecnológicos que no solo cumplen con su función principal, sino que también incorporan avances impresionantes en materiales y diseño.
Los puentes son una de las infraestructuras más críticas de las redes de transporte. Cada día, millones de personas y toneladas de carga dependen de su estabilidad. Sin embargo, un fallo estructural puede tener consecuencias catastróficas: pérdidas humanas, daños ambientales y costos económicos de millones de euros diarios.
En este contexto, un reciente estudio publicado en Nature por investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV) y la Universidad de Vigo (UVigo) ofrece un hallazgo transformador: los puentes de celosía de acero poseen mecanismos “latentes” de resistencia, capaces de evitar su colapso incluso tras un daño severo.
El trabajo, coordinado por José M. Adam, investigador del Instituto ICITECH de la UPV y líder del proyecto Pont3, revela una analogía fascinante entre los puentes y las telarañas: ambos pueden adaptarse al daño, redistribuir cargas y mantener su funcionalidad después de sufrir impactos o fallos locales.
El principio de la resiliencia natural
Las telarañas son un modelo de eficiencia estructural. Cuando un hilo se rompe, la red no se desmorona; en cambio, redistribuye las tensiones y sigue funcionando. El equipo español comprobó que lo mismo ocurre con los puentes de celosía de acero: al fallar un elemento crítico, otros miembros estructurales “despiertan” una resistencia latente, permitiendo que la estructura soporte incluso cargas superiores a las previstas en condiciones normales.
“Al igual que las telarañas pueden seguir atrapando presas después de sufrir daños, los puentes de celosía dañados pueden resistir cargas mayores y no colapsar”, explica José M. Adam. Esta propiedad, conocida como resiliencia estructural, transforma la forma en que la ingeniería moderna entiende el fallo: no como un punto final, sino como una oportunidad de redistribución y supervivencia del sistema.
La investigación detrás del descubrimiento
El artículo, titulado Latent resistance mechanisms of steel truss bridges after critical failures (Nature, vol. 645, 2025), fue desarrollado por un equipo multidisciplinario dentro del proyecto Pont3, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España.
Además de Adam, participaron Belén Riveiro, del Centro de Investigación en Tecnologías, Energía y Procesos Industriales de la Universidad de Vigo, y Carlos Lázaro, investigador principal del subproyecto Pont3-UPV. Ambos destacan que este hallazgo aclara por qué ciertos puentes pueden fallar parcialmente sin derrumbarse, mientras otros colapsan por completo ante fallos similares.
“Hasta ahora no entendíamos por qué algunos puentes mostraban una propagación de daño desproporcionada y otros apenas veían afectada su funcionalidad”, explica Riveiro. “Hemos identificado los mecanismos secundarios que les permiten desarrollar esa resistencia oculta, lo que es clave para diseñar infraestructuras más seguras frente a terremotos, impactos o envejecimiento estructural.”
Imitar la naturaleza: de las lagartijas a las telarañas
El estudio no es un caso aislado dentro del movimiento de biomimetismo en ingeniería. En investigaciones previas, el equipo español ya había demostrado cómo imitar la forma en que las lagartijas pierden su cola para proteger el cuerpo principal puede inspirar estructuras de edificios que no colapsen ante fallos locales.
En esta nueva etapa, los científicos se inspiraron en la geometría adaptativa de las telarañas, estructuras diseñadas por la evolución para resistir impactos repetidos sin perder funcionalidad. Al compararlas con los puentes de celosía, hallaron similitudes en su capacidad para reorganizar esfuerzos y conservar la integridad general, incluso con daños en los nodos principales.
“Imitar y aprender de la naturaleza es una estrategia que la ingeniería moderna apenas empieza a aprovechar a fondo”, subraya Adam. “Las telarañas nos han enseñado cómo diseñar sistemas capaces de fallar sin colapsar.”
Puentes más seguros para un mundo impredecible
En un escenario global donde los eventos climáticos extremos y el envejecimiento de infraestructuras son cada vez más frecuentes, estos hallazgos tienen implicaciones prácticas inmediatas.
Los investigadores proponen que los futuros diseños incorporen redundancias estructurales inteligentes, capaces de activarse solo cuando se necesitan. Además, sugieren integrar sistemas de monitorización en tiempo real, con sensores que detecten cómo se redistribuyen las cargas después de un daño.
Esto no solo haría posible el mantenimiento predictivo, sino que permitiría extender la vida útil de los puentes existentes, reduciendo costos de reparación y emisiones de carbono asociadas a reconstrucciones completas.
Belén Riveiro lo resume así: “Nuestro objetivo es garantizar que los puentes puedan resistir fallos locales sin comprometer su estabilidad global. En un mundo donde los fenómenos naturales son más intensos e impredecibles, esto se vuelve esencial para la seguridad pública.”
De la teoría a la práctica
El equipo español ya ha aplicado parte de estos conocimientos en estructuras reales, analizando casos como el Viaducto de Santa Ana, en Alicante, donde observaron cómo la geometría de la celosía favorecía la redistribución de cargas tras daños localizados.
Estos resultados sugieren que la ingeniería del futuro deberá dejar de pensar en estructuras “infalibles” para concentrarse en estructuras adaptativas. El fallo parcial no debería verse como un desastre, sino como una fase dentro del ciclo de vida estructural, una respuesta natural al entorno cambiante.
El respaldo de la Fundación BBVA
Este ambicioso proyecto tuvo su origen en las Becas Leonardo de la Fundación BBVA, que otorgaron un impulso inicial a los investigadores. En 2017, José M. Adam recibió una beca para estudiar los mecanismos resistentes de edificios ante fallos locales, y en 2021, Belén Riveiro fue becada para profundizar en la evaluación de puentes existentes.
Ambos trabajos se integraron en Pont3 y culminaron con esta publicación en Nature, que consolida a España como un referente en investigación estructural aplicada.
Un nuevo paradigma para la ingeniería
El descubrimiento de los mecanismos ocultos de resistencia en puentes de celosía abre la puerta a un cambio conceptual profundo: pasar de diseñar para “no fallar” a diseñar para “resistir fallando”.
Este enfoque, además de incrementar la seguridad, mejora la sostenibilidad. Al extender la vida útil de las infraestructuras y reducir la necesidad de reconstrucciones completas, también disminuye la huella ambiental.
En última instancia, el proyecto Pont3 demuestra que la inspiración en la naturaleza no es solo una metáfora estética, sino una vía real para lograr infraestructuras más resilientes, inteligentes y humanas. Tal como una telaraña rota sigue cumpliendo su propósito, los puentes del futuro deberán ser capaces de resistir el daño sin perder su esencia: conectar vidas.
Referencias
- Arquitectura Viva. (septiembre 2025). El secreto de telarañas y puentes para no colapsar. Recuperado de https://arquitecturaviva.com/articulos/el-secreto-de-telaranas-y-puentes-para-no-colapsar
- UPV. (Septiembre 2025). Investigadores de la UPV y la Universidad de Vigo descubren los mecanismos ocultos que evitan que los puentes se derrumben ante eventos catastróficos. https://www.upv.es/noticias-upv/noticia-15356-publicado-en-n-es.html
- El país. (Septiembre 2025) Descubiertos los mecanismos ocultos que evitan que los puentes se derrumben en eventos catastróficos https://elpais.com/tecnologia/2025-09-03/descubiertos-los-mecanismos-ocultos-que-evitan-que-los-puentes-se-derrumben-en-eventos-catastroficos.html